Paula Aparicio, terapeuta ocupacional del Hospital de San Juan Grande de Jerez, cuenta su vivencia tras haber colaborado entre marzo y abril de este año en el Sanatorio San Juan de Dios de La Habana. Paula fue a través del voluntariado internacional de Juan Ciudad ONGD, donde ha participado en varias ocasiones, viajando también a otros dos centros, en Sucre (Bolivia) en 2014 y a Iquitos (Perú) en 2017.
Por Paula Aparicio.
Pocas o ninguna manera de viajar tienen para mí más valor y sentido como la que Juan Ciudad ONGD promueve a través de su programa de voluntariado internacional.
La inmersión en la vida del psiquiátrico y la excelente convivencia en la comunidad con los Hermanos de San Juan de Dios en La Habana puso de manifiesto, desde el principio, la incalculable riqueza que se da al intercambiar culturas, personalidades y vivencias.
Soy Terapeuta Ocupacional, por lo que en un entorno como el de un psiquiátrico, con personas con variedad de enfermedades mentales, mi voluntariado consistió, principalmente, en apoyar el desarrollo de diversos programas de psicoestimulación, terapias y talleres. Sin embargo, fueron las tardes con los pacientes, más relajadas y fuera de horarios, entre partidas de ajedrez, libros y conversaciones interminables, mi parte favorita.
Por otro lado, la realidad del país fue palpable desde el primer momento. La vida en Cuba es contradictoria, estimulante, digna y luchadora. Una simbiosis de escasez y espíritu de supervivencia.
Hay que conocerla de cerca, al igual que otras tantas realidades, y es precisamente en esa proximidad, acompañada de sensibilidad hacia el contexto local y una actitud receptiva, la que hace tomar conciencia de la necesidad y posibilidad de contribuir a transformaciones sociales positivas.
Es por eso, que los efectos del voluntariado a la vuelta, son de lo más significativo y donde esta experiencia puede cobrar aún más sentido.